
Pero él era único. Mi marido era excepcional. Sabía por dónde surcar los mares... por donde cortar el agua helada y entibiarla con el paso de El Velero Azul, como llamaba a su navío. No era la primera vez que lo hacía... le apasionaba el mar... el frío, el hielo. Sus ojos eran así, fríos como el hielo, pero eran hermosos. O así me lo parecían a mí. Qué ruin. Nos llevó a la desgracia. "
"La travesía fue tranquila, como decía. Pero la noche... la noche envuelve sorpresas a veces desagradables. Los témpanos... si... los témpanos" - susurra mientras deposita otro barco de papel en el agua - "... tan grandes y traicioneros a la vez. Me recuerda a aquello que pasó... hace tanto, tanto tiempo..." - menea la cabeza y mira tristemente el agua. Ya no tiembla al sentirla subir lentamente... - "Todo fue muy rápido. La brecha, los gritos, el agua colándose por todo el barco... no dio tiempo a nada. Algunos saltaron a los botes pero la fuerza del barco los arrastró a todos al fondo del mar... a estas alturas deben estar todos congelados. Y yo... el golpe me dejó fuera de sí. Recuerdo que mi marido gritó mi nombre... pero su voz sonaba lejana... demasiado lejana... quizá ya sea mi
imaginación" - comenta irónicamente mientras termina de hacer otro barquito más y lo deposita con cuidado en el agua tranquila.

"Al despertar me encontré aquí. Ja ja ja... si, aquí. Con el agua subiendo lentamente y el oxígeno agotándose en esta habitación. Lloraría... pero ningún mortal me va a oír. Reiría mi propia desdicha... ¿pero para qué? terminaría volviéndome loca antes del final. Mientras tanto, seguiré aquí, haciendo barcos de papel y esperando lentamente el final... el final... mi final."
--- Y fue después, muchos días después de aquello, cuando llegaron los desdichados barcos de papel a alguna de las costas heladas de la Antártida, quedaron encallados en la nieve. Y fueron ellos, y no otros, los que anunciaron el naufragio de El Velero Azul. ---