18.5.10

Crónicas del Transporte Público II


Como decía en la introducción a las crónicas.. comenzaré con la primera de las historias. Como todas, serán completamente verídicas.

Ocurrió que en cierta ciudad madrileña, me dió por tomar el tren. Era de las primeras en tomarlo (al principio de la larga línea), y me senté cómodamente en el último vagón. Estaba literalmente cansada y esperando el momento de que saliera el tren. Eché un vistazo al vagón en el que estaba. Me fijé que no estaba tan sola como yo pensaba, sino que había un hombre de unos 30 años vestido con un mono azul, que iba y venía andando por el vagón. Su paso era nervioso. Le miré curiosa y ví que hablaba por lo bajo, mirando hacia las ventanas y haciendo gestos. "Hoy es un día de esos..." (pensé). Me dispuse a formar parte del inmobiliario, para pasar desapercibida.

El hombre en una de sus idas y venidas me vió y se acercó hacia mí, hablando por lo bajo. Como es costumbre, me hice la loca. Contacto mínimo.. ya se sabe. Así que me dispuse a mirar por la ventana esperando ver musarañas a través de ellas, o un burro volador.. pero no sirvió de mucho. El individuo se paró junto a mis cuatro asientos, que seguía ocupando yo sola, y quedó de pie. Como un goteo la gente fue entrando en el vagón.. pero demasiado lenta para mi gusto.

Como decía, mi yo miraba por la ventana cuando el hombre "interrumpió" mis pensamientos. Desde su posición, quieta, levantó un dedo y con cara de muchos amigos, me hizo la siguiente pregunta:

- ¿Puedo recomendarte una película?

(¿¿¿¿¿¿¿????????) Podéis imaginar la cara de sorpresa que se me quedó XD No estaba preparada para eso.

- Sí, claro.

- Te recomiendo.... (olvidé el nombre... ¿puede ser algo de unas mariposas?)

- Ahm.. gracias - contesté. Seguidamente me contó las bondades de la película. Le dije que no la había visto... y me volví hacia la ventana.

No se quedó contento con aquella respuesta.

- Que pasa.. ¿que no te gusta el cine?

Aquél hombrecillo parecía querer perpetuar una conversación que no estaba dispuesta a continuar. Fuí rotunda. Mentí terriblemente.

- ¡NO!

Se le cayó el mundo y todo su argumento. Su cara se arrugó y dijo atropelladamente...

- ¡Oh! vaya... qué pena.

Acto seguido, se dió la vuelta y se marchó a seguir sus idas y venidas en el vagón.

Aquél día pensé qué probabilidad existía de encontrarse ese tipo de conversación de forma espontánea en el transporte público.

Hoy me lo sigo preguntando...

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