13.1.10

La vorágine de los últimos días comienza a dar paso a un estanque frío, reposado. Se ha convertido en un remanso gélido que espera a la nada, y que descansa en su propio lecho.. lejos de cualquier sonido que lo altere. Impasible, por encima de cualquier acontecimiento que haya alrededor. La montaña rusa de estados de ánimo, la vulnerabilidad y fragilidad han quedado aparcadas a un lado del camino, enfriadas o heridas por el peor de los males, el silencio. El silencio inexplicable, indecoroso, injustificado. Un silencio que es capaz de convertir el fuego en hielo. Sin razón aparente. Sin motivo de peso.

En el fondo de ese lecho, ajeno a cualquier hecho que ocurra fuera de sus límites - dolorosamente marcado por él mismo con estacas - se encuentra el corazón de quien perdió. Ese pequeño, creado para para pintar de colores el mundo, está callado. Hay quien intenta darle calor, cuidarlo, sanarlo, pero sus intentos son en vano: su espíritu termina recogiéndose aún más, en el fondo de las aguas, yendo hacia algún lugar sin ruidos, sin luz, donde continuar latiendo.. en silencio.

Con su amalgama de luces, colores y sonidos, la vida continúa lejos de ese estanque. Hoy se acerca alguien a beber, mañana lo hará alguien diferente. Ambos desconocerán que en algún lugar de ese frío lugar, reposa un tesoro que contra su voluntad aún irradia luz. Un tesoro que pocos llegaron a ver. Un tesoro que duerme y que tal vez en algún momento despierte al mundo.

Un corazón.
El mío.

1 comentario:

evita dijo...

yo quiero ver esa luz...